Comida divertida
De Silvio José me hacen gracia muchísimas cosas (su odio absoluto hacia la humanidad entera, su comportamiento tiránico hacia todos aquellos que le rodean, su devoción por Steven Seagal, las chicas pelirrojas de metro noventa y los videojuegos de la segunda guerra mundial...), pero si hay alguna que siempre logra arrancarme una carcajada es su amor desmedido por la que ha sido su cena desde su más tierna infancia, las salchichas chisparritas. Estas salchichas son –al igual que el 99,9% de las salchichas de origen industrial- una amalgama de despojos y aditivos varios que vuelve loco a Silvio José, al igual que las madalenas Fernández, ineludibles a la hora de desayunar, los menús del Tele-burguer de la esquina –siempre con una Coca-Cola del tiempo, nada de hielo- y las gominolas. Una dieta equilibrada, vamos. Pues bien, todas estas sabrosas viandas son lo que Silvio José llama comida divertida. ¿A que es un nombre genial? Es más, me gusta tanto que he acabado por incorporarlo a mi particular catálogo de chascarrillos, si bien en mi caso no se refiere tanto a productos para-radioactivos sino a aquellos platos que engordan un montón pero que nos chiflan a todos, ya sabéis: hamburguesas, chocolate, burritos, kebabs, bocatas de embutido, frituras... Si tenéis dos dedos de frente, sabréis que no conviene abusar de la comida divertida, más que nada porque podéis acabar como un servidor, hinchaícos como un muñeco de Michelin (bueno, afortunadamente ya no estoy así, logré adelgazar doce kilos a base de una dieta más o menos estricta de comida aburrida, ya sabéis: verdura, hortalizas…). De vez en cuando, mi señora y yo echamos una canita al aire y nos calzamos una cena divertida. A veces consiste en una pizza de La Bella Napoli, a veces en una hamburguesa en el Federal o, en otras ocasiones, en unos burritos de, como los llamamos nosotros, los mexicanos de Pintor Fortuny. Su restaurante tiene un nombre que hace justicia a lo que vamos a encontrar dentro (factor a tener en cuenta pues, tristemente, no suele ser lo habitual). Se llama Deli’rious food shop. Y sí, la comida que sirven es delirante. Delirantemente buena.
¡Ay, burrito como tú!
Una vez allí, cuando entras, te encuentras una especie de salita o de recibidor donde no hay nadie, tan solo las tarjetitas, unos flyers y una mesa o mostrador (no lo recuerdo muy bien). Justo frente a la puerta hay una escalera que baja hacia un sótano, que es, de hecho, donde se encuentra el restaurante en sí. Una vez abajo, te encuentras de frente el -ahora sí- mostrador, con la cocina justo detrás y a la vista, detrás de una enorme mampara de cristal, y a tu izquierda un par o tres de mesas con sus correspondientes sillas, por si quieres comer allí mismo, si bien lo vemos más como un take away.
Esa primera vez estuvimos hablando con Daniel, co-propietario del negocio junto con Laura, y nos explicó que hacía muy poco que habían abierto y que estaban todavía dándole forma, pero a tenor de lo que cenamos aquella noche, no nos dio la más mínima sensación de ello, más bien lo contrario: el
En sucesivas visitas también probamos la chimichanga, la sincronizada , el burrito de frijol charro... no voy a detenerme en explicaros de qué va cada plato, pues no entiendo ni papa de cocina mexicana y, aunque fuera así, os lo estaría poniendo demasiado fácil. Lo mejor es que os dejéis caer por aquí y que Daniel y/o Laura, simpatiquísimos ámbos, os lo expliquen in person. Os aseguro que no os arrepentiréis, puesto que comeréis auténtica cocina popular mexicana cocinada con amor, con mucho amor. Y respecto a los precios, sólo os digo que su plato más caro vale 4,80 euros. Resumiendo: no hay excusas, tenéis que pasaros.
A casa, que se enfría
DELI'RIOUS FOOD SHOP
c/ Pintor Fortuny 33
Barcelona
Tel. 931.924.557
www.facebook.com/deliriousfoodshop.barcelona