Una tradición es una tradición
Así es: al igual que todos los lunes vamos al Cera 23, cada 23 de abril vamos a comer fuera. Durante nuestros primeros Sant Jordi, no fuimos a ningún lugar en especial -de hecho ni los recuerdo-, pero con el tiempo sentimos la necesidad de fijar un restaurante (o más de uno) que fuera infalible, es decir, un establecimiento de confianza que no nos arruinara un día tan especial para nosotros. Porque imaginaos por un momento que vamos paseando tranquilamente, yo con mi libro y mi señora con su rosa y su libro (sí, yo soy de los que le regalo las dos cosas), y cuando llega la hora de comer nos paramos a comer en un sitio cualquiera en el que acabamos ingiriendo una ensalada insípida y un filete reseco... nos iríamos a casa con la sensación de haber dejado a medias un día que debería ser perfecto, que tiene que ser perfecto. Así que, para evitar una (hipotética) situación tan desagradable como esta, lo mejor es ir a lo seguro, ir a un lugar donde sabes que es imposible que no salgas, como mínimo, igual de feliz que como entraste. Ir a nuestro santuario de la calle Aribau. Ir, en definitiva, al Chicoa.Como en casa, oiga
Tras el preceptivo paseo matutino y un divertido encuentro con mi admirado Kiko Amat (que me dedicó su Cosas que hacen bum), enfilamos nuestros pasos hacia el Chicoa. La entrada recuerda un montón a la de las típicas masías donde ir a hacer una costellada, muy rústica. Una vez pasado el umbral de la puerta, vas a dar a una especie de recibidor con una pequeña barra a la izquierda y con
¡Bacalao, bacalao!
Así es, la especialidad de la casa es el bacalao, y lo cocinan de muchas formas distintas: a la plancha, con samfaina, con garbanzos y col, gratinado al all i oli con langostinos, al vapor, a la empordanesa (con ciruelas, pasas y piñones)... En el Sant Jordi de este año, me decanté por el gratinado al all i oli, un auténtica orgía catalano-bacaladera que estaba para cantarle una saeta. No hay duda: si os gusta el bacalao, Chicoa is the place.
La gran familia
Como suele ser habitual tratándose de los Pijos, no comimos postre, no nos cabía. Y respecto a la bebida, lo habitual: dos cervezas sin alcohol y una botella de agua. Si a todo esto le sumamos los cafés, la minuta se elevó hasta los 90,05 euros. Está claro que no es un restaurante para ir a comer cada día, pero si te lo planteas como nosotros, como una comida especial en el marco de un día muy especial, vale la pena con creces. Ahora que lo pienso, sí que tienen clientes que tienen pinta de ir cada día o, si no cada día, cada semana. Y es que la clientela del Chicoa es muy familiar. Gente con posibles, como se decía antiguamente, pero familiar. De hecho, de las tres veces en las que hemos comido allí, no recuerdo no habernos topado en alguna ocasión con un grupo de cinco, seis o más personas, con la figura omnipresente de la iaia presidiendo la mesa. En definitiva, familias que quieren comer bien en un entorno cómodo y, sobre todo, de trato cercano. Como dato curioso que corrobora todo lo anterior, deciros que he leído un par de veces por ahí que el dueño, al parecer gran aficionado a la magia, suele pasearse por las mesas de los clientes al final de su comida para mostrarles un par de trucos de cartas y similar. ¡A ver si tenemos suerte la próxima vez y nos echamos unas risas entre el café y la copa!Chicoa
c/ Aribau 73
Barcelona
Tel. 934.531.123
www.chicoa.es