Los que seguís este
humilde blog recordaréis la entrada que le dediqué hace unos meses
a la hamburguesería La Burg, en la cual hice una encendida defensa de las
hamburguesas, entendidas estas como un rico manjar que, en las manos
adecuadas, puede mirar de tú a tú al plato más sofisticado del
restaurante de más relumbrón. Pues bien, la entrada de hoy va un
poco en la misma onda reivindicativa. De hecho, me centraré en algo
prácticamente idéntico, pero con una pequeña diferencia: si en
aquella ocasión defendí a la hamburguesa del ninguneo al que se la
había sometido durante años, esta vez el Pijo mayor fija su mirada
en el padre (y la madre) de la hamburguesa, ese género que nace a
partir del enfrentamiento directo entre dos trozos de pan con un
árbitro en medio en forma de carne, pescado y/o vegetal. Estoy
hablando, por supuesto, del bocadillo.
Pan con pan, comida de
tontos
En
mi casa, cuando era pequeño, este dicho estaba a la orden del día.
Supongo que el motivo de su popularidad entre las paredes de nuestro
hogar se debía a que los bocadillos eran una parte esencial de
nuestra dieta. Si echo la vista atrás, no logro recordar otro
desayuno (en casa y/o en el colegio) que no fuera un bocadillo.
Fruta, cereales, tostadas... Bah, ¡donde esté un buen cacho'pan
con algo en medio, que se quiten esas mariconadas! Ahora no pienso
así (¡afortunadamente!), pero si entonces me hubieran cambiado mi
desayuno
por cualquiera de esas opciones seguramente hubiera pensado que
querían matarme de hambre.
Un paseíco
Así
es, amiguitos. Si en Barcelona se reivindicó la hamburguesa de altos
vuelos, con los bocatas ha pasado, afortunadamente, tres cuartos de
lo mismo. Y eso se lo debemos a Oriol
Rovira
y a su fantástico equipo. Desde hace un par de años, el Sagàs
(con
el permiso ¡obligatorio! del Passadís
d'en Pep)
es el faro que ilumina la plaza del Pla de Palau. Lo conocí (y
van...) de la mano de mi admirado Pau
Arenós,
que en una de sus magníficas crónicas gastronómicas para El
Periódico de Catalunya, tuvo a bien hablar de él poco después de
abrir. Que yo recuerde, lo puso bastante bien, pero ello no
garantizaba al 100% que los Pijos nos dejáramos caer por allí.
Nuestra particular wish-list
es muuuy extensa y el presupuesto exiguo, así que hay que hilar muy
fino y escoger con mucho cuidado dónde nos dejamos los dineros.
Cuando se produce una disyuntiva de estas en el seno del Pijismo, la
solución está clara: inspección ocular. Y como no está muy lejos
de casa, pues ná,
a dar una vuelta con la bici y, de paso, otear el panorama.
Yo
aquí sí que entro
Una
vez le preguntaron al gran Luis
Buñuel
por qué había titulado una de sus películas con el nombre de El
ángel exterminador
si en toda la obra no salía ningún ángel. Y menos, exterminador.
Respondió algo así como que una película con un título como ese
llamaría la atención del espectador potencial y le empujaría al
interior del cine. Pues con el Sagàs
sucede algo similar. No por el nombre del negocio, sino por el
sorprendente espacio que te encuentras al asomarte desde la calle. Es
de aquellos lugares a los que mi padre se refiere con su ya mítico
se
ve curioso.
Que invita a entrar, vamos.
En
la puerta hay un par de grandes toneles a cada lado, como las bodegas
de toda la vida. Ya dentro, domina la estancia una larguísima barra,
situada a la izquierda. Al final de la misma, un pequeño descansillo
con cuatro mesas de dos comensales cada una. Y al final, un comedor
(la sala Sagàs)
con una gran mesa alta y taburetes. Las paredes (¡y el techo!)
están repletas de pósters de estética retro que hacen referencia a
la mayoría de platos de la carta así como de fotos del pueblo de
Sagàs y de su entorno. Porque Oriol
Rovira,
su chef y propietario, es también el cocinero de Els
Casals de Sagàs,
un hotel-restaurante (con una estrella Michelin) situado en dicha
población de la comarca del Berguedà, de donde es originaria su
familia y de donde provienen la mayor parte de ingredientes que
utiliza en ambas cocinas, tanto en la del pueblo como en la de
Barcelona. Las verduras, las hortalizas, los lácteos, los embutidos,
el pan... Ese plan casi autárquico, sumado a la luz natural que
llena toda la estancia y a la simpatía que derrocha su servicio,
hacen del Sagàs
un must
en toda regla. Y el buen hacer de Oriol
en
la cocina, por descontado.
Rockin'
all over the world
La
carta del Sagàs
comprende
tres grandes bloques. El primero, Orígens,
se centra en los bocadillos, podríamos decir, de aquí, els
nostres,
los cuales se clasifican según su principal materia prima, a saber,
los de cerdo (Llonganissa
de Cal Rovira,
Porchetta,
Botifarra
del Perol...),
ave (pintada
en escabetx),
vaca (Cua,
Llengua,
cecina...) y los de La
terra
(Formatge
de cabra,
Agromix).
El segundo gran bloque se llama Món
y engloba las propuestas más globales, esto es, bocadillos de origen
foráneo preparados al estilo Sagàs.
Aquí encontramos las hamburguesas, el frankfurt, el bocata de
sardinas ahumadas (típico de Sicilia), el Bun de cerdo (originario
de Shanghai y perfeccionado en Nueva York) y el Bánh
Mì (vietnamita
con reminiscencias coloniales francesas). El tercer y último
apartado es el Festivals, que incluye un viaje a México con el
Chicharrón
(este pica, lo pone en la carta) y otro al este de Asia con el Bo
Ssäm (una
reinterpretación del original coreano). Completan la oferta tres ensaladas, las patatas rosses
(tubérculos de variedad agria
y fritas ¡con piel y todo!) y sus fantásticas patatas bravas.
Repasando su página web, observo que también tienen menús para
grupos, entre ellos un menú-degustación que tiene muy-muy buena
pinta.
Entre
nuestras visitas conjuntas, la que hicimos con mis suegros y las que
ha hecho mi señora con diferentes amistades, habremos ido al Sagàs
en una decena larga de ocasiones. Nos hemos pedido casi toda la
carta, pero como esta va mutando cada cierto tiempo, siempre hay
nuevas propuestas en lista de espera. El nivel de la misma es muy
alto pero, siendo sinceros, eliminaríamos de ella el frankfurt,
bastante flojo, la verdad. Los puedes comer mejores (y más baratos)
en muchos sitios. El resto, de diez (o casi). Respecto a nuestra
penúltima visita, ha desaparecido del menú de acompañamientos la
exquisita tortilla de patatas (babeuse,
muy poco hecha, como les gusta a los Pijos), si bien sobrevive
(¡menos mal!) en bocadillo. Y en la última, de hace menos de una
semana, el matrimonio Pijo se pidió unas patatas bravas (buenísimas,
con una salsa en su punto de pincante. El único pero
es
que la ración resulta algo escasa, máxime cuando te cobran seis
euracos por ella, pero aún así son fijas en todas y cada una de
nuestras visitas), un bocata de butifarra del Perol (exquisita,
rellena de bolets de l'Empordà y con un pan que se deshacía) y una
Porchetta,
un delicioso bocadillo de cerdo asado y aliñado con su propio jugo.
El bebercio consistió en una cerveza sin alcohol para mi señora y
una Coca-Cola para mí, y el postre... bueno, el postre decidimos
dejarlo para otra ocasión, no nos cabía nada más. Rematamos la
faena con un par de cafés (acompañados de sendas trufitas de
chocolate, cortesía de la casa).
El
importe del ágape ascendió a 36,40 euros, 18 ecus por barba.
Cierto, no es barato, pero tampoco es excesivamente caro. La
propuesta, creedme, bien lo vale. De todas formas, si queréis
ahorraros un dinerillo, tened en cuenta que también funciona como
take-away,
así que tanto la bebida, como los postres y el café los podéis
poner vosotros.
A
mí no me sale igual
Cada
vez que comemos en el Sagàs,
mi señora y yo repetimos la misma cantinela: Aquí
tengo que traer al tal
o A
ver si un día venimos con este y el otro,
o... Nos encantaría comer aquí más a menudo pero, como ya dije al
principio, el presupuesto Pijo es el que es y hay que dosificar las
visitas. De hecho, mejor, así la próxima vez vendremos todavía con
más ganas. Y, mientras tanto, siempre podemos prepararnos un bocata
en casa, ¡que bien buenos que están!
Sagàs
Plaça
Pla de Palau 13
Barcelona
Tel.
933.102.434
P.d.
Por dios, me ha entrado un hambre nada más leerlo. Hambre de bocata de toa la vida!!!
ResponderEliminarMrs. Adler.
Pues ya sabe, el Pijo mayor, con mucho gusto, le acompañará cuando lo desee.
ResponderEliminarQué gran verdad, los bocatas están poco valorados! Y hay pocas cosas más simples y deliciosas que el pan con chocolate por ejemplo. El bocadillo más sencillo y el que más me gustaba de pequeña.
ResponderEliminarPero creo que hay sitios con grandes bocatas (en calidad y en cantidad) como el Conesa
¿En Barcelona? ¡A patadas! Merecen un blog aparte. ¡Y el Conesa es toda una institución!
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