martes, 31 de julio de 2012

¡VACACIONES SANTILLANA!

Pues sí, pijos y pijas: ¡cerramos por vacaciones! Tras un muy satisfactorio semestre (en el cual hemos superado de largo nuestras expectativas más optimistas), los Pijos se toman un breve descanso. Durante el mes de agosto no colgaremos ninguna entrada nueva, pero ello no implica el cese temporal de nuestra actividad pijil, ¡más bien al contrario!, pues seguiremos descubriendo para todos vosotros nuevos templos del comercio y del bebercio.

¡Nos vemos la primera semana de septiembre!

¡Que paséis un feliz verano!

martes, 10 de julio de 2012

FONDA ESPAÑA

Si pudierais viajar hacia atrás en el tiempo, ¿qué momento concreto de la Historia escogeríais para desplazaros? Yo tengo una lista de destinos pasados casi interminable: París durante la revolución francesa, la Nueva York de los años 20 (bueno, y la de los 30, los 40, los 50, los 60...), el Cavern de Liverpool en el 62 (para ver a los Beatles, of course), Barcelona en la época romana, Barcelona en la edad media, Barcelona en 1714, Barcelona en...

Así es, pijos míos, mi querida Barcelona es el denominador común de la mayoría de mis viajes en el tiempo. Las épocas, los momentos concretos, son muchos, pero hay uno que siempre me ha interesado por encima del resto, que es la Barcelona de finales del siglo XIX y principios del XX. Imaginaos: Picasso, el apogeo del anarquismo y el pistolerismo, los primeros envelats, el nacimiernto del Barça, el derribo de las murallas, el modernismo... ¿No os molaría? Es un periodo que encuentro fascinante. De hecho, siempre que paso por delante de un edificio de Puig i Cadafalch, de Gaudí o de Domènech i Montaner, intento imaginarme cómo era la vida por aquel entonces en ese preciso lugar. Por eso, cada vez que mi señora y yo vamos a comer al restaurante del que os hablaré hoy, la Fonda España,  y nos quedamos embobados ante su majestuoso comedor, nuestras mentes retroceden del orden de cien años en el tiempo, cuando nuestra ciudad era un hervidero de anarquistas, y en la misma calle podían convivir sin problemas un hotel de lujo y un gran número de familias humildes que habían llegado a Barcelona desde muy lejos en busca de un futuro mejor para su prole. Vamos, exactamente igual que ahora.


De Fonda a Hotel

Aunque en la última década había pasado centenares de veces por delante (la calle Sant Pau es el camino más rápido para cruzar el Chino... perdón, el Raval, en dirección a las Ramblas), nunca reparé en la fachada del edificio. Miento, sí que lo hice una vez, pero porque me llamaron la atención sus altísimos ventanales, los cuales -creo recordar- estaban cubiertos con cortinas y filtraban una luz como muy... mmm... ¿vaporosa? (no sé bien cómo explicároslo, me refiero a esa luz típica de las lámparas de araña decimonónicas). La cuestión es que me pareció un sitio completamente démodé, bastante rancio (por no decir tétrico) que se había quedado parado en el túnel del tiempo. Y no era un restaurante. Bueno, sí lo era, pero era el restaurante de un hotel, el Hotel España.

No sería hasta unos años después que leí en la prensa que estaban reformándolo y que iban a recuperar todo su esplendor original. Y a fe que lo lograron.


De Hotel a Fonda

En el año 2010 -leo en su página web- se recuperó el diseño original de Domènech i Montaner, el cual, a su vez, correspondía a otra reforma, la primera desde su apertura en el año 1859 bajo el nombre de Fonda de España. Muchos años después de aquella decepcionante visión, volví a pasar por delante y -me perdonaréis la expresión- se me cayeron los cojones al suelo. Aquel edificio decadente se había convertido en un espacio clásico pero nou de trinca. Volví a asomarme a los antaño rancios ventanales y divisé un comedor sencillamente espectacular. Yo quería comer allí. Yo tenía que comer allí. Cuando llegué a casa, consulté su web para ver cómo estaba de precio y tal. Doble sorpresa agradable: por una parte, la dirección del restaurante corría de la mano del gran Martín Berasatégui (comprensible: no era cuestión de dejar la dirección en manos de un cualquiera) y, por otra, los precios eran muy, pero que muy atractivos, toda una sorpresa, insisto, si tenemos en mente la increíble decoración del comedor. No tardé ni un segundo en hacer la reserva.


Pocos (pero bien avenidos)

Lo primero que me llamó la atención al entrar al comedor fue lo espacioso que es. Podrían haberlo llenado de mesas sin ningún problema pero, afortunadamente para el cliente, no fue el caso. Nada más sentarte, la sensación de amplitud es total, tanto a lo ancho como a lo alto. Mientras esperas a que te traigan la carta, lo normal (por lo menos, la primera vez) es quedarte embobado mirando las paredes, los espejos, el techo (¡altísimo!), las lámparas... Y es que es muy bonito, para qué nos vamos a engañar.

La carta es breve: unos cinco aperitivos, seis o siete entrantes, unas cinco carnes y otros tantos pescados. Algunos pensaréis que un sitio como este debería tener una carta amplia, pero yo no lo veo así. Recordad aquello de el que mucho abarca, poco aprieta: mejor centrarse en elaborar pocos platos con un buen producto que no montar una carta interminable llena de platos irregulares.

El matrimonio Pijo por excelencia ya ha disfrutado de la cocina de la Fonda España en cuatro ocasiones y en todas hemos comido muy-muy bien. La última consistió, por mi parte, en un huevo de caserío con butifarra del Perol y caldo meloso de primero (espectacular) y unos langostinos de Sant Carles de la Ràpita de segundo (enormes y jugosos: se deshacían). Mi señora optó por unas vieiras a la plancha con tocineta y parmentier de patata (buenísimas, ¡no tuve más remedio que probarlas!) y por un tremendo magret de pato con lágrima de orejones y morcilla, en palabras de mi señora, crujiente por fuera y meloso por dentro. Respecto al bebercio, lo de siempre: un par de cervezas y agua. Y sin que sirva de precedente, en esta ocasión... ¡pedimos un postre! ¡Sí, de verdad! Concretamente txakoli con fresas y helado de cáscara de limón. Buenísimo, señores. Buenísimo.


From St. Pau to the dock

La cuenta ascendió a 69 euros justos, un precio que nos pareció, una vez más, realmente atractivo. Teniendo en cuenta lo que comimos y dónde lo comimos, la verdad es que no se puede pedir más. Ah, me olvidaba: el servicio está a la altura, eficiente y educado como pocos.

Ya fuera del restaurante, enfilamos la calle Sant Pau en dirección a la Rambla del Raval. En ese momento, me vino a la mente aquella canción de Mano Negra que se llama Indios de Barcelona:

Lot of soul in my block
From St pau to the dock
Are you ready to be hurt & shocked?
Barrio Chino never fails to rock



Supongo que cuando escribieron esta canción no se fijaron en aquel edificio de altos ventanales que   había en dirección a las Ramblas. Pero si la escribieran hoy, no estoy tan seguro de que lo pasaran por alto. Ya me encargaría yo de recordárselo...


Fonda España (Hotel España)
c/ Sant Pau 9-11
Barcelona
Tel. 935.500.000
www.hotelespanya.com